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Supersticiones en China, por Adrián Díaz

Te levantas pletórico, hoy es el gran día. Te duchas, te afeitas y te pones esa camisa cuello mao que llama la atención. Zapatos italianos y un cinturón a juego para un día clave. Tu maletín de piel habla de tu experiencia empresarial. Tu smartphone de última generación les dice que siempre eliges lo mejor. Y llegaste a la reunión en un deportivo, definitivamente, no va a salirles barato. Un estuche con dos botellas de vino de Rioja como obsequio muestran respeto. Eres alto, blanco y tienes los ojos redondos. Además, elegiste un nombre chino sensacional: indiscutiblemente eres un hombre de éxito.

Recoges su tarjeta con las dos manos, la miras unos segundos mostrando atención e, inmediatamente, entregas la tuya. De repente, su sonrisa se transforma, intercala varias miradas a tus ojos mientras sigue observando tu tarjeta. ¿Cómo es posible? El nombre estaba bien, ¿que carácter chino puede resultar ofensivo ahí? Si sólo indica la dirección del rascacielos mejor valorado de la ciudad. ¿Qué he hecho mal? La reunión termina antes de lo previsto. Parecen satisfechos, pero demasiado distantes. Algo ha ido mal.

Horas después, ya relajado en una cafetería, le enseñas tu tarjeta a tu mejor amigo.

– ¿En qué he fallado, ves algún error en las traducciones? – Le pregunté.
-Tú problema no es de caracteres, sino de números. ¿Sabes que tienes un número de teléfono acabado en 14 verdad? – Me respondió.
-¿Y?
Tira esa sim card y cómprate otra. Los negocios no te van a ir bien con ese número.

Este ejemplo extremo, inventado, que os acabo de contar, no es extremo ni es inventado. Lo viví yo mismo, en primera persona. Tal cual.

Hoy, desde el Lejano Este, hablamos sobre la superstición en China.

14

Quizá el concepto del 14 es el más conocido entre los extranjeros en China. No encontramos, en efecto, números de teléfono acabados en 14. Ni matrículas de coche. Sería poco menos que pedirle al cielo un accidente. En muchos edificios no existe el piso 14. En otros no existe ningún piso acabado en 4. ¿A qué se debe? La pronunciación del cuatro en chino se puede asociar a otro carácter que suena igual: «muerte». La pronunciación del 1 se asemeja a “querer”. 14 significa quiero morir. Una consigna nada alentadora como tarjeta de presentación en una de las sociedades más supersticiosas del planeta. Qué se celebra el 4 del 4… Exacto, el día de los muertos.

¿Y qué hacen con los números de teléfono acabados en 14? Se los venden a los guiris en el aeropuerto.

En el episodio 2 de geografía china menciono que los juegos olímpicos se inauguraron el 8 del 8 de 2008. ¿Pero no mencioné que se hizo a las 8:08:08 de la tarde?

Cuando le explicas este concepto a algún amigo, siempre te responde: “es verdad, las máquinas tragamonedas en mi país están siempre llenas y con colas de chinos para jugar”. Y es así. De hecho, en China está prohibido el juego. Bueno, una corrección: están prohibidas las apuestas.

¿Pero por qué les gusta tanto el juego?

La suerte

Los chinos creen en la suerte. No en lo que pensamos nosotros que es la suerte que lo podríamos asociar en Occidente a las probabilidades.

Cuando viajas a Macao y ves esos casinos llenos. En la zona fronteriza, quizá ya no se da, hace años se veía a gente transportando sacos repletos de dinero por la frontera para poder surtir a las personas que venían de China y no podían transportar todo el dinero que necesitaban cambiar para poder jugar en los casinos.

Uno de mis socios chinos se dedicaba durante una época a prestar dinero a jugadores. Si necesitas cruzar de China a Macao puedes llevar una cantidad limitada de dinero. Esta persona te presta el dinero en Macao, puedes jugar todo lo que necesites y cuando vuelvas puedes pagar al prestamista.

Estas personas suelen formar parte de lo que llamaríamos mafia. Lo que suele suceder con estos jugadores es que gastan más de lo que podían permitirse, siguen pidiendo prestado y al volver a China unos pueden pagar y otros no. Y aquí es donde los cobradores hacen su trabajo.

Esto lo he podido vivir de cerca. Historias increíbles y lamentables. Personas que después de haber perdido todo su dinero, empieza a apostarse lo que no podéis imaginar. Su coche, su casa, sus negocios, a su mujer, … en fin. Todo lo que tenga valor en su vida, es susceptible de ser apostado.

En uno de los pueblos donde tenemos uno de los almacenes de nuestra empresa. Había un hotel cerrado y me explicaron que el propietario se lo había jugado en una partida en Macao y lo había perdido.

Cuando vivía en Guangzhou y había alguna copa del mundo, se juntaban varios amigos y uno de ellos cruzaba a Macao para apostar por todos.

No entro en lo de los colores dorados o rojos y mil ni en mil supersticiones que podéis encontrar en internet.

Aunque no las entendamos debemos respetarlas.

La profecía auto cumplida

Lo peor de la defensa que puedo llegar a hacer sobre las supersticiones chinas, es cuando llego a defender que realmente creo que las supersticiones funcionan. Me suelen decir: “Adrián no me puedes estar diciendo en serio que crees en esas cosas”. Da igual lo que creas tú, lo importante es lo que crean todos. Es lo que se llama la profecía auto cumplida.

Desde el punto de vista empresarial, dar importancia a lo que la mayoría crea y no lo que tú creas se repite en muchas lecciones empresariales o libros de auto-ayuda. El ejemplo típico es aquel que dice que, aunque a nosotros nos gusten mucho el chocolate y nos den mucho asco los gusanos, cuando vamos a pescar deberemos poner un gusano en el anzuelo porque debemos pensar qué es lo que le gusta al pez.

Es curioso como aquí vienen muchos clientes con la lección aprendida de cómo dar la tarjeta de visita con las dos manos y otros formalismos cada vez más en desuso y, en cambio, le damos poca o ninguna importancia a cosas a las que ellos prestarían mucha más atención.

De hecho, en las sociedades más pragmáticas y menos supersticiosas también pasa esto. Cada vez que ha habido un crack bursátil y han preguntado a los brokers más reputados por qué vendían, siempre te responden: porque vi a los otros vender.

El efecto rebaño es muy fuerte en el ser humano que puede provocar que alguien pague 1 millón de RMB por una matrícula con 88888 (150.000US$).

¿Pero por qué son así los chinos? ¡¿Por qué son así?! Es una pregunta que muchas veces nos hacemos los extranjeros aquí. Después de analizar a nivel espiritual, después de muchas conversaciones y haber analizado mucho la filosofía china desde el interior, la conclusión es que hay una diferencia abismal entre la forma de ver las cosas desde un punto de vista occidental y oriental.

Oriente vs Occidente

Hay un concepto típico, monoteísta occidental, basado en el juicio final que lo visualizamos como una flecha que avanza en el tiempo. Esto es contrario a la visión filosófica oriental que carece de una creación o un fin del mundo en una historia circular que se va repitiendo y podemos verla reflejada en la visión sobre la muerte y la lucha del ser humano para inventar un después. Mientras que en Occidente en esa flecha que comentábamos se llega a un paraíso como destino final. En las culturas orientales se aboga por la reencarnación en esa teoría cíclica sin fin.

Esto, a día de hoy se refleja en estos dos mundos que son Oriente y Occidente en una batalla entre la causalidad y la casualidad. Mientras en Occidente los empiristas los basamos en la causalidad, en Oriente respetan la causalidad pero no creen que el principio causa efecto lo explique todo. Un concepto muy valioso en la filosofía china es el concepto del instante. Algo tan efímero que no tiene cuerpo, ni composición, ni lugar, ni tiempo. Cada instante define una dirección que a su vez será modificado por infinitas posibilidades de instantes siguientes.

No quiero teorizar demasiado pero básicamente, esto explicaría por qué el instante de nuestro nacimiento nos define tanto y para ellos es tan importante la astrología. Cada instante lo define todo. Esto lo explica muy bien Diana Uribe en algunas charlas que tiene por internet. Es espectacular como ha estudiado el concepto filosófico chino y como lo compara con la filosofía griega.  De alguna manera es parecido a lo que los científicos occidentales han definido como la teoría del caos. Habréis oído hablar del efecto mariposa, pues bien, eso es parte de la teoría del caos. Nos es muy difícil entender por qué un chino que está perdiendo dinero en sus partidas de majiang, se cambia de silla para sortear la mala suerte.

Vamos a seguir sin entenderlo después de este episodio pero, como mínimo si entendemos que no es una tontería simplemente pasada de padres a hijos, sino que tiene que ver con la filosofía china, este episodio ya habrá valido la pena.

Y bueno, ahora ya sabéis por qué no hay episodios acabados en 4 en este podcast. Y este, que debería ser el 14 es el más apropiado para hablar del tema. No nos podíamos permitir que la mala suerte cayera sobre nosotros. Como os decía, da igual lo que pensemos nosotros, lo importante es lo que piensan todos.

Y hoy despedimos el programa con una historia. Una historia china que habla sobre la suerte y nos deja unas pinceladas sobre este concepto de los instantes.

Buena suerte, mala suerte, ¿quién sabe?

La historia habla de un anciano que vivía con su nieto y juntos cultivaban una parcela de tierra con la que sobrevivían. Eran tremendamente pobres. Aquel año hubo una sequía muy fuerte. Todos los lugareños auguraban un invierno muy duro. El anciano, sin embargo, sonreía todas las mañanas. Los vecinos al verlo impasible le comentaban: “¡qué mala suerte este año! La sequía acabará con nosotros”. El anciano respondía: “buena suerte, mala suerte, ¿quién sabe?”

Inesperadamente, la sequía provocó que algunos caballos salvajes bajaran a buscar comida a la aldea. El sol intenso y la sequía habían quemado los pastos y apenas quedaba agua en los arroyos. Los caballos desesperados sólo buscaban algo con lo que sobrevivir. El nieto del anciano, al encontrar un caballo dentro de su pajar, cerró rápidamente el portal para evitar su salida. Los vecinos en seguida se agolparon en las puertas. «¡Menuda suerte, anciano!» Pero el anciano respondía: “buena suerte, mala suerte, ¿quién sabe?”

El pajar no estaba preparado para caballos sino para bueyes. La valla tenía poca altura y cuando el caballo recuperó fuerzas saltó fácilmente y volvió a la montaña. Los vecinos no tardaron en lamentarse. Pero el anciano repetía: “buena suerte, mala suerte, ¿quién sabe?” De nuevo, los vecinos no entendían nada.

Una semana después sucedió algo insólito. Cuando los aldeanos despertaron, encontraron una docena de ejemplares que habían seguido a su líder buscando agua. Todos en el pajar, que esta vez sí fue cerrado con seguridad por el nieto del anciano. Los lugareños no daban crédito. El anciano era ahora rico. Él, sin embargo, contestaba: “buena suerte, mala suerte, ¿quién sabe?”.

El nieto del anciano se apresuró a domar los caballos para evitar su huida. Pero uno de los caballos, más bravo, provocó la caída del joven partiéndole una pierna. Los vecinos intentaron ayudarle. El anciano sin embargo respondía: “buena suerte, mala suerte, ¿quién sabe?”. Los vecinos no daban crédito.

Unas semanas más tarde, el país entró en guerra con un reino vecino. Oficiales del ejército se presentaron en la aldea reclutando a los jóvenes para servir en el frente. Al ver al joven en tal mal estado lo dejaron tranquilo. Los vecinos se acercaron para expresar la buena suerte que había tenido.

Y el anciano, como siempre había hecho, respondió: “buena suerte, mala suerte, ¿quién sabe?”.

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